(ATIQ RAIMI-Afganistán-2012)
Elvira Dianno cerró su ciclo 2013 titulado “Abanicos de mujer”
de Butaca Lacaniana, premiándonos con la película ”La piedra de la paciencia”, cuya trama se
zambulle de lleno en las cuestiones femeninas sin carecer de sutileza.
Agradezco su gesto de haberme invitado a comentar dicha película
Es un desafío para mí pues el arte supera al psicoanálisis en la medida que
muestra lo que no se puede decir con las palabras.
En relación a lo femenino, es difícil por no decir imposible
transmitir algo de lo que no se puede hablar, no porque esté prohibido sino
porque faltan las palabras. Esto es porque no existe un saber sobre qué es una
mujer. Freud nos aconsejaba preguntar a los poetas y con Lacan decimos que de
ese lado donde hay un agujero, no hay otra salida que la invensión.
Y ese vacío de ser al que cada mujer debe consentir es todo un
trabajo que se pone en juego en la experiencia analítica de las mujeres.
Recuerdo, hace tiempo, que en una ocasión la eol invitó a
exponer mediante posters o anzuelos los productos de los carteles. Mi cartel
trabajaba el tema de la sexualidad femenina como preliminar al psicoanálisis
con niños, y decidimos participar.
Uno de los rasgos era sobre el estrago materno y allí nos
ingeniamos con una muñeca destrozada que nos cedió la hija de una colega, pero
con los otros rasgos temáticos como la femineidad vs la histeria, el Otro goce,
los místicos, no nos quedaba chance. Entonces se nos ocurrió hacer un moño enlazando
cintas de diversos colores para aludir a los nudos lacanianos y al lado del
moño dibujamos un alfarero armando su vasija a partir de un agujero. Con el
alfarero queríamos dar la idea del vacío de significaciones alrededor del cual
cada una se hace mujer
Con el poster nos jugamos a que la gente se acercaría a
preguntar, y así fue.
Pero no es lo mismo cuando comentamos una obra de arte, donde
las palabras muchas veces están de más.
Así es que sólo puedo pasarles lo que me provocó la película,
para provocarlos un poquito a la conversación, y cada uno aporte lo suyo.
Su director Atiq Rahimi nos muestra los misterios, como también
ese lado incomprensible de la femineidad que se desliza como la arena entre los
dedos a través de los decires de la joven protagonista a su esposo. Ella le
habla sin saber si él la escucha en tanto permanece en su estado vegetativo,
sin reaccionar, aunque ella le levante los párpados y le hidrate sus ojos, lo
lave, lo bese, lo acaricie, le hable acerca de que no sabe qué hacer, ni a
quién pedir ayuda pues hasta la familia de él lo abandonó. Al comienzo le
reprocha que en tantos años de matrimonio él no la supo atender ni amar, y que
a su lado se sintió un pedazo de carne y no su mujer.
Esta joven mujer, a medida que va hablándole a su hombre, va
librando una intensa lucha entre sus deseos tal como se le imponen y los
principios morales de la cultura falocéntrica a la cual pertenece, la cual no
otorga lugar a la palabra de las mujeres.
Ella da cuenta de la astucia femenina desde muy niña. Interpreta
el apagado deseo de su madre y la perversión fetichista del padre con el objeto
codorniz. Y no se queda de brazos cruzados esperando que así como lo hizo con
su hermanita, su padre la entregue a algún hombre como parte de pago en sus apuestas.
Así, consigue un gato y le abre la puerta a la jaula del objeto
preciado del padre. En su acto apostó de niña a su propio deseo y lo guardó en
secreto, hasta develarlo a su piedra preciosa.
De jovencita, ya casada por pactos de familias con este hombre
mayor que ella, pasaba el tiempo y no lograba quedar embarazada. Entonces, como
tener niños es condición para que las mujeres no sean excluidas de la sociedad
afgana, hizo un pacto secreto con su tía para comprar la fertilización anónima
de otro hombre y dio a luz a dos niñas.
Podemos observar que para la cultura musulmana la madre se
impone sobre la mujer, cuestión que deja mal parada la virilidad de los
hombres.
El psicoanalista Jacques Lacan nos daba algunas pistas sobre la
lógica de la sexuación, señalando que lo femenino en una mujer se mide por su
distancia la madre. Dicho de otra manera, podemos ubicar la problemática del
ser mujer a la que no le falta nada, diferente al tener hijos de la madre
originada en la falta de falo.
Por otro lado, Sigmund Freud daba cuenta de la degradación de la
vida erótica en su civilización, cuando los hombres se relacionaban con las
mujeres haciendo una disociación o una superposición entre dos términos: la
madre, que quedaba equiparada a la santa y la puta en el lugar de la mujer
degradada socialmente.
El personaje de la película optó por la madre para sus hijos y
negó a la mujer en su propia mujer. Huyó de su mujer sacrificando su vida a la
carrera militar. Fue a hacer la guerra con los hombres por miedo a encontrarse
con la guerrera de su mujer.
La paradoja es que peleando por la moral de su madre, se queda
paralítico el pobre tipo. Le insultan a la madre y se bate a duelo.
A pesar de todo, en el medio de los tiroteos bélicos su mujer no
lo abandona. Deja refugiadas a sus hijas en el prostíbulo donde vive su tía y
vuelve al lado de él.
Y, ella que es de armas tomar, en su desesperación de no saber
qué hacer decide hablarle a él sobre sus cosas, usándolo de piedra como en el
mito persa, esa piedra de la paciencia que está en la Meca y alrededor de la
cual van los peregrinos a contarle sus desgracias. Se dice que el día que no
quepan más desgracias la piedra explotará en mil pedazos y la gente quedará
liberada de sus padecimientos.
En la trama de la película, esta mujer hace la experiencia del
analizante, hablando de sus padecimientos a su piedra, teniendo breves sesiones
con su otro que se parece a una piedra. Es ella la que trabaja analizando su
vida misma, una vida teñida de coraje.
Ella va armando su historia a partir de piezas sueltas, como
hacemos en un análisis.
Y, a través de sus relatos encontramos en la protagonista que
nos ocupa un abanico colorido de mujeres que por momentos es Medea, en otros
aflora la mujer tierna, la mujer niña, la fogosa, la guerrera, y algunas otras.
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