La caída de otro muro
Los mecanismos implacables
desplegados para imponer la uniformidad de los modos de gozar- con su correlato
de borramiento y segregación de las diferencias- han encontrado, en ciertos
acontecimientos de la historia reciente, íconos memorables. También sus
derrotas se han convertido en emblemas de la policromía racial, religiosa,
étnica, de lenguas, de género, sexual.
Más inclinados a reconocer
los pensamientos totalitarios en las segregaciones que más nos incomodan por
nuestros propios preceptos raciales, religiosos, ideológicos solemos
distraernos frente a nuestra propia mirada sesgada de ciertas diferencias a las
que catalogamos, rápidamente, como ” naturales o antinaturales” y dejamos para
la benevolencia de la diversidad lo
cultural, olvidando que nuestra condición humana está más cerca de
participar de una naturaleza cultural
que de la naturaleza de los primates
de Darwin. Un descendiente de primate atravesado por el lenguaje ya no será
nunca más el mismo.
Guy Sorman en su obra “Esperando
a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos” en 1992 comentaba el caso de
un magrebí rápidamente condenado a dos años de prisión por un tribunal de Lyón por fumar cannabis (haschis
para los lugareños). Y se pregunta: ¿Por fumar una hierba extranjera o por ser
extranjero? ¿Qué atentaba contra el estado? Diríamos lo extranjero, lo otro.
El pensamiento mágico contra el racional, la
barbarie contra la modernidad; y cita “La gente llama barbarie, escribía Montaigne,
a aquello que atenta contra sus costumbres”.
Y si atenta contra sus costumbres, podríamos
pensar, atenta contra sus estándares de
felicidad. Y en este rango se pueden incluir desde groseros bordes a sutilezas de toda dimensión y textura.
El otro, lo otro, la diferencia, sus diferentes
modos de gozar (vestir, comer, hablar, pensar, amar) despierta, en distintas
gradaciones y degradaciones, desde la ironía, la mirada burlona, el blooper, al
ataque encarnizado, la persecución y el intento de aniquilamiento. Podríamos
decir que “naturalmente” o, al menos, en primeras instancias, esa es la
reacción a lo diverso. Sería, entonces, si queremos sostener la antinomia
nature-curture, bastante difícil sostener que la tolerancia es de la naturaleza del hombre.
Si fuera de
la naturaleza del hombre ¿las religiones de uno y otro hemisferio se
esforzarían permanentemente en pacificar y hermanar;
serían necesarios los contratos sociales que nos preservaran- un poco- de ese
impulso a borrar, aniquilar lo otro? En definitiva ¿hubieran sido necesarias las herramientas
simbólicas- traducidas en innumerables
pactos y legislaciones- que
regularan el goce mortífero de aniquilar, borrar, igualar para tornar al otro
anónimo, des-subjetivando y acallando la singularidad de los deseos?
Los espacios de integración cultural abren un
espectro a una satisfacción que desborde
los márgenes de la lengua y la comida materna hacia nuevos sabores, nuevas
palabras, nuevos amores. Paradoja, si las hay, la civilización nace y sobrevive
gracias a esa búsqueda de lo diverso, lo éxtimo, lo exogámico.
La puja entre conservar y diversificar,
transformar y uniformar, se trasunta en
la pelea pulsional que da texto y párrafo a la comedia cotidiana de cada
familia, cada pareja, cada encuentro profesional o artístico, transformado estas luchas, a veces, en
verdaderas tragedias- ¿tan solo?- por pequeños detalles de vestimenta o
preferencia musical que podríamos ver en las peleas de aquello que, siguiendo a
Maffesoli, llamamos tribus urbanas. (Por
un quítame esas pajas te echan por la vereda, dice el cantautor catalán.)
Aún cuando podemos acordar que algunos consensos
“mundiales” se han logrado, un presidente de color de la primera potencia de
occidente, los ecumenismos religiosos, las declaraciones contra los delitos de
lesa humanidad en el Norte y en el Sur, da cuenta de ello pero también sabemos que subsisten las luchas
raciales, las étnicas y las económicas y -a su vez- los desprecios y odios
de clases en los países más avanzados¿ o podríamos
tal vez decir más maquillados?. Sino ¿qué diríamos de la xenofobia de la pujante y civilizada Europa
luego del reciente Wall-Steeet-crack? El
resurgimiento de los fundamentalismos, siempre en ciernes, nos advierten que la
cuestión está siempre allí, para ser tenida en cuenta y tramitada. No hay ni
logros definitivos ni un universo amable y feliz que nos espere en el horizonte
del desarrollo y el progreso.
No hay tal
cosa. Hacer las paces con el vecino del edifico y el colega de la institución -evitando
las peleas imaginarias con un rival que siempre encontrará quien lo encarne- parece
ser universal. No es, podríamos decir, sin un trabajo. No es natural, no viene en el sett de los
mecanismos automáticos. Ni la
globalización lo devoró ni antes éramos mejores.
En su libro
“Los anormales” Michel Foucault da cuenta de la homologación de hermafroditas y
homosexuales a la categoría de monstruosidades
de la naturaleza sometidos a castigos y mazmorras de los siglos XVI y XVII
por la casta y pudorosa realeza francesa.
¿Virtudes públicas, vicios privados?
Por su parte la
amada baronesa de “la joven homosexual”,
paciente de Freud, era condenada en los años ‘20, más que por intentar
envenenar a su marido, por sus actos de impudicia contra la moral y obligada,
en Viena, a declarar cada una de sus relaciones homosexuales con lujo de
detalles.
Asi que la
feliz coincidencia de la Secretaria de Estado de los Estados Unidos de
América, Hillary Clinton,
entre sorprendida y pícara, retratada en Berlín con el canciller alemán, Guido Westerwelle*, que presenta a su
pareja, Michael Mronz, (AFP) merece detenernos un momento frente al
reconocimiento de lo que representan los personajes involucrados en tan
particular retrato, tan luego en el aniversario de la caída de “el” muro de Berlín. Muro de las etnias
y las religiones pero que también condenaba a los homosexuales a usar un
triángulo invertido rosa en los campos de concentración. Superpuesto a otro
triángulo si, además, era judío.
En esta imagen
fotográfica -ver a la derecha- se dan cita una síntesis de muros jaqueados: de género, razas,
credos, preferencias sexuales, culturas, lenguas. Una mujer blanca de raíz
católica, ortodoxa dedicada a la política, representante de un gobierno
presidido por un negro asiste sorprendida a la
caída de otro muro de la mano de dos elegantes caballeros, blancos,
europeos. Todos ellos símbolos del
amo de occidente.
Coincidencias
de las latitudes, en Argentina un juez autorizaba, casi al mismo tiempo, el
primer matrimonio gay del hemisferio Sur.
Quizás otro
dominó irá volteando sus fichas y
abrirá otras partidas.
Elvira María Dianno
escrito en Noviembre 2009
, publicado en este blog en enero del 2013 y en http://www.acep-iom-mendoza.com.ar/ddhh/lacaidadelotromuro.html desde 2010
BIBLIOGRAFÍA
FOUCALT, Michel (1999) Los Anormales ,Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
MAFFESOLI, Michel (2004) El tiempo de las tribus México, SXXI Editores
SORMAN, Guy(1993) Esperando a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos Buenos Aires, Emece.
FOUCALT, Michel (1999) Los Anormales ,Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
MAFFESOLI, Michel (2004) El tiempo de las tribus México, SXXI Editores
SORMAN, Guy(1993) Esperando a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos Buenos Aires, Emece.