miércoles, 12 de junio de 2013

Del qué al quién:ciclotimia, celotipia y psicosis paranoide en Él de Luis Buñuel



Del qué al quién
Ciclotimia, celotipia y psicosis paranoide en Él de Luis Buñuel
 
José Luis Chacón

*Psicoanalista, Miembro ELP-AMP

“¿En qué piensas?. ….¿En quién piensas?”
Francisco a Gloria en su noche de bodas
L. Buñuel
Él México (1953)



“De lo que le falta aquí a Sade nos hemos prohibido decir palabra. Deberá sentírselo en
la gradación de La filosofía en que sea la aguja curva, cara a los héroes de Buñuel, la que está llamada finalmente a resolver en la hija un penisneid que se plantea un poco allí”.

J.Lacan Kant con Sade (1963) Escritos. Siglo XXI

Hoy es reconocido que la producción artística de Buñuel, su producción de imágenes o

textos, lo sitúan como uno de los grandes creadores de la Historia del Arte en el siglo

XX y no solamente como uno de los mejores cineastas. La iconografía que ofrece,

desde la primera secuencia de su obra, el ojo rasgado de Un perro andaluz, a la


costurera que remienda el himen en Ese oscuro objeto del deseo, no son en su mayoría

unas simples imágenes, sino que, parafraseando a Godard, se tratan, de imágenes justas.

Imágenes justas porque dan mayor potencia a la mirada que a la visión. Si la visión es el

contexto en el que emerge la mirada, a veces, surge una mirada peculiar: la fascinación

(Fascinum proviene de falo. Se trata, entonces, de una mirada inconsciente, irradiante

que está también en el núcleo de otras formaciones psíquicas como son el sueño, el

recuerdo encubridor, el recuerdo pantalla, la ceguera histérica, los actos perversos, las

alucinaciones visuales o el propio fantasma o fantasía fundamental. Mirada que puede

presentarse como un goce, como una satisfacción producida y productora del acto de

mirar. Este goce escópico puede discriminarse para el espectador, para nosotros, que

consumimos esas imágenes y para el creador, en este caso Buñuel, que se alimenta, a su

vez, de otras que resultan indelebles para él y que puede obtener desde el imaginario

social que es la cultura, como de la novela familiar, del discurso familiar que tanta

importancia tiene para la construcción de las fantasías y, sobre todo, del fantasma que

estructura al sujeto. Imágenes crueles, como han sido calificadas por Roman Gubern en

La Imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, que ponen de relieve,

independientemente a otros aspectos, una agresión sin par de Buñuel al voyeur

institucional que, por definición, es todo espectador de cine. Pueden rastrearse en su

obra, siempre plagada de elementos surrealistas, imágenes inconscientes, recuerdos

encubridores, objetos imaginarios que participan de la iconosfera de la época,

influencias de Dalí, Lorca, Pepín Bello, Maupasant o Sade pero que, en el propio acto

artístico, acceden a la puesta en escena de los fantasmas de Buñuel. Son imágenes que

no pueden ser cualesquiera, sino que han adquirido un sentido, se han convertido en

imágenes pregnantes porque provocan un efecto. Como formas imaginarias producen

placer o displacer cuando el sujeto se reconoce o ajusta a ellas creando sentido y

ligándolo a la propia historia del sujeto.

Si esto, aunque de manera apresurada y general, puede decirse para toda producción

artística ligada a las imágenes, en el caso de Buñuel adquiere cierta relevancia porque

tanto su cine como su obra literaria anterior tiene una especial relación con el

inconsciente y el Psicoanálisis. Su adscripción al movimiento surrealista y sus

declaraciones de manera explicita reforzarían esta tesis. Sus comienzos estuvieron, por

ejemplo y efectivamente, muy ligados a la literatura española de vanguardia de la

época: así en uno de sus primeros escritos, de 1923, Una traición incalificable, se

percibe la figura de la greguería, rasgo estilístico de Ramón Gómez de la Serna, guía de

las corrientes vanguardistas en España. Esta greguería que podría identificarse como

uno de los primeros semblantes de Buñuel, pretendía reivindicar, en palabras del mismo

Gómez de la Serna “lo que gritan los seres confusamente desde su inconsciente, lo que

gritan las cosas”.

Pero, si para Freud la creación, el objeto artístico, solamente era interpretable en

función del significante y la sublimación, las propias paradojas de ésta llevaron a Lacan

a cuestionar la explicación del arte por el inconsciente calificándola de sospechosa y

proponerla como un síntoma. El objeto artístico no es, entonces, del orden de las

formaciones del inconsciente. No dice, sino que muestra. Se muestra, acontece en la

creación misma. Es un síntoma en el sentido del modo que tiene cada uno de gozar de

su inconsciente. Una invención, una creación del sujeto. Y aunque en este sentido lo

haga homologable con el Psicoanálisis, la producción artística le lleva la delantera. Tal

vez por eso Lacan, en la última etapa de su enseñanza, se alejara de la Ciencia como

paradigma de la Teoría Psicoanalítica y colocara a aquella bajo los efectos del discurso

capitalista. Propuso entonces al arte, a la poesía, como elementos susceptibles de aportar

novedades al futuro del Campo freudiano. El cineasta, el escritor, el artista en suma,

puede declarar antes que el Psicoanálisis hallazgos a los que éste llega a través del

dispositivo analítico y de la discusión abierta entre la comunidad analítica. En este

sentido el arte no requiere de psicologización alguna. Solo que el artista no sabe lo que

expresa, no tiene un saber sobre ello que pueda transmitir a diferencia del psicoanalista.

No es, entonces, extraño que a los efectos de explicar la teoría analítica, primero Freud

y después Lacan, tomaran toda referencia literaria o artística que conviniera. Cuando

Lacan mostraba a sus alumnos la película Él o se refería a ella en su escrito Kant con

Sade lo hacía para mostrar como el texto fílmico de Buñuel desbrozaba caminos para el

Psicoanálisis: Celotipia o cambios de humor, psicosis paranoide pero también puesta en

escena de torturas hacia la mujer como rasgos sádicos. El texto fílmico de Buñuel Él se

convierte, entonces, y después de la reseña hecha por Lacan, en un texto privilegiado

por cuanto en él se cruzan, a modo de hipertexto, otras muchas referencias que nos

invitan a extraer mayores consecuencias. Aproximémonos aunque sea someramente:

A Luis Buñuel le gustaba jugar con la idea de que la casualidad fue la que lo llevó a

México en 1946. Exiliado en los Estados Unidos desde el triunfo del franquismo,

trabajaba en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York donde presentó un

Proyecto que no pudo desarrollar puesto que fue expulsado del país por unas

declaraciones de Dalí. En ese Proyecto que situó bajo el epígrafe Psicopatología, y

ayudado por especialistas, proponía rodar el origen y desarrollo de enfermedades

mentales, o la desprogramación del hombre moderno, la vida del hombre primitivo, y

siempre, el sujeto humano analizado como si de un insecto se tratase, siguiendo, así su

pasión por la entomología.

Cuando llegó a México, sin dinero ni proyectos, Buñuel acudió a una cena en casa del

cineasta René Clair. Allí le propusieron volver al cine para rodar en Francia una versión

de La casa de Bernarda Alba. Pero de nuevo la casualidad le condujo a quedarse en

México donde conoció a Mercedes Pinto, una escritora española exiliada autora de una

novela parcialmente autobiográfica titulada Él. Mercedes Pinto, que sufrió la tiranía y

torturas de un marido celoso escribió más tarde Ella, otra novela en la que denuncia ese

rol de mujer religiosa, víctima y mística, La adaptación de Él presenta, con grandes

dosis de humor negro, el retrato de la descomposición emocional de un hombre

paranoico y los desastrosos efectos que sus celos provocan en las personas que lo

rodean."Francisco Galván me parece alguien que está tratando de liberarse sin saber

cómo" dice Buñuel. "En él predomina, sin embargo, la necesidad de que los demás lo

tengan por perfecto, de que lo consideren el mejor de todos los hombres." La película Él

es una de las favoritas del propio Buñuel y sobre ésta ha indicado en una entrevista

concedida a José de la Colina y Tomás Pérez Turrent: “Quizá es la película donde más

he puesto yo. Hay algo de mí en el protagonista”. De todos es conocido el hecho de que

el cineasta era un hombre celoso. Este dato biográfico queda numerosas veces

confirmado en esa magnífica obra que emprendió el escritor y viejo amigo del

realizador, Max Aub, y desde luego, en las memorias de su mujer publicadas, como no,

después de la muerte de Buñuel. Incluso, al dirigir a Arturo de Córdova, el galán y

protagonista del film, le pidió que incorporase una serie de gestos y comportamientos

propios del director, especialmente su modo de caminar.

En Él Francisco no es un simple paranoico sino que interesa al aragonés en la medida

que pudiera interesarle un escarabajo o un anofeles. Puede verse como el estudio

entomológico de una personalidad patológica, como si Buñuel observara a los

personajes a través de un microscopio. El mismo Francisco hace alusión a esto cuando,

desde lo alto de un campanario, compara a la gente que ve desde allí con hormigas y

añade: "Me gustaría ser Dios, para aplastarlos..." Se sabe por su hermana Conchita y las

investigaciones de Agustín Sánchez Vidal, de la fobia familiar a las arañas y, desde el

Psicoanálisis que todo objeto fóbico fue o puede llegar a ser objeto de deseo, pero lo

que más pueda interesarnos de ello, no son las múltiples referencias a los insectos. No,

lo que me parece profundamente estructural en su discurso es el hecho mismo de que

presentase a sus personajes como si de insectos se tratase. Incluso esa elección de situar

a los personajes en el campanario tienen relación con su vida pues, no solamente era

sordo sino que, además, odiaba la música. Según declaraciones a Max Aub, el único

sonido que le gustaba era el tañer de las campanas. Él hubiera sido feliz, según decía en

Mi último suspiro, las Memorias que escribió junto a Jean Claude Carriere, en la Edad

Media, escuchando las campanas que regulaban la vida y también la muerte. Incluso

llega a comparar Calanda, su pueblo, con la vida medieval.

Esta especie de documental psicológico puede rastrearse también en Nazarín, Ensayo de

un crimen, Don Quintín el amargao, El gran calavera, El bruto, Belle de Jour o Ese

oscuro objeto del deseo. Como si desarrollara el Proyecto que presentó en el Museo de

Arte Moderno (MOMA) de New York. Se podría incluso sostener como digresión,

diversión o tesis a notar que, salvo Un perro andaluz y La edad de oro, sus declaradas

obras surrealistas, cuando Buñuel rodó documentales, lograba hacer ficción -caso de

Las Hurdes- y, por el contrario, cuando rodaba filmes de ficción (de manera especial la

etapa mexicana y española) lograba de facto prácticas documentales.

La obra de Buñuel es como un lapsus de la mirada, ligado en encadenamientos

vertiginosos a la lectura de Sade o su ideología surrealista, que instala una manera

particular del circuito del deseo. El cine de Buñuel está hecho de la misma materia que

están hechos los sueños y por ello envuelve, y él mismo se coloca, se impone a los

espectadores, como mirada. Lejos de la función de camuflaje o disfraz que el cine tiene,

Buñuel intimida al voyeur institucional que es todo espectador de cine, mostrando la

sobrevaloración que el sujeto siempre intenta alcanzar en su apariencia. En el fondo de

nuestro ojo se rueda la secuencia. Buñuel es, él mismo, el Otro y la mirada deseo al

Otro. Lejos de querer ser mirado en su obra, Buñuel parece decir al espectador: Quieres

mirar? Pues aquí tienes. Ve esto! Da algo al ojo y hace que se deponga la mirada como

se deponen las armas. Buñuel no propone imágenes cualesquiera, sino que éstas son

representaciones de ideas como bombas.

Estas consideraciones fugaces sobre el cine de Buñuel pueden servir para analizar las

dos secuencias que nos parecen los verdaderos núcleos de éste texto fílmico. Ambas

permitirán extraer enseñanzas sobre la psicosis paranoide y los cambios de humor o

ciclotimia. Pero también sobre el sadismo y otras cuestiones que atañen al goce, la

angustia, el objeto y el sujeto en el fantasma.

Hemos hecho referencia a la mirada y podemos preguntar. Qué mira? Qué cosa mira a

Francisco? Podemos recordar la secuencia del enamoramiento “a primera vista” de... un

pie. Lo que mira a Francisco es un pie que pertenece a Gloria. Ella pasa de la Iglesia

donde conoce a su futuro marido al infierno del matrimonio después de la noche de

bodas. En esta escena de la Iglesia indudablemente el objeto que está en juego y

encarnado en la presencia de Gloria es “la mirada”, es decir, aquello que atrapa la

mirada y causa el deseo de Francisco. Quizás ello le suscita una pregunta a Francisco al

quedar súbitamente en falta acerca de saber qué es una mujer.

Film Escena lavatorio de los pies y primera mirada a Gloria 3´12”- 04´12”·

 

Esa mirada pone en cuestión la belleza y los ojos cerrados de Gloria en la secuencia del

tren, la noche de bodas, y el repentino cambio de humor en Francisco cuando de la

pregunta de Qué piensas?, pasa a… En quién piensas? Irrumpe, quizás, el

desvanecimiento subjetivo de Francisco, momento típico de desencadenamiento de una

psicosis. A partir de este momento la película toma un giro inesperado y el protagonista

entra en una dinámica en las que la pregunta sobre la mujer juega un papel decisivo. Los

celos son constitutivos, introducen al Otro en la infancia. Sin embargo, para Francisco,

más allá de la envidia constitutiva que señala Lacan, alcanza una instalación en la

búsqueda de una repetición del acontecimiento. Él ya no tendrá dudas sobre el lugar del

tercero, Raúl, antiguo amigo de Gloria. Esa certeza del paranoico la mantendrá

Francisco hasta el final de la película en la secuencia y conversación con el fraile

después de ver a un niño, otro Francisco, el hijo de...

Film Escena noche de bodas 28´30”- 30´00







Para el psicoanálisis la psicosis es una de las tres estructuras determinantes del sujeto a

partir de la castración y la función paterna. Esta es, precisamente, la que está forcluida.

En su lugar, y a modo de restitución simbólica que no está, aparecerán fenómenos

alucinacinatorios y delirios, construcción interna que el sujeto percibe como cierta.

Precisamente porque el registro de lo Real es determinante, dominante, frente a lo

simbólico. Los cambios de humor o ciclotimia es un trastorno caracterizado por la

presencia de episodios reiterados en los que el estado de ánimo y los niveles de

actividad del sujeto están profundamente alterados, de forma que en ocasiones hay una

exaltación del estado de ánimo y un aumento de la vitalidad y del nivel de actividad


(manía o hipomanía) y en otras una disminución del estado de ánimo y un descenso de
 
la vitalidad y de la actividad (depresión). En toda una serie de casos de psicosis, el curso

de las manifestaciones del humor depende del avance de las diversas soluciones por las

que el sujeto alcanza, o trata de alcanzar, alguna forma de estabilización. En algunos

casos de paranoia, por ejemplo, las manifestaciones depresivas son particularmente

intensas en los inicios o en las inmediaciones del desencadenamiento. En la paranoia y a

medida que su solución delirante progresa con su elaboración, la elación, es decir, el

afecto caracterizado por sentimientos de alegría, euforia, triunfo, satisfacción u

optimismo, tiende a quedar completamente absorbida, regulada, interpretada, elaborada

en los términos de la megalomanía mediante la cual el sujeto reestructura su yo en

relación con el ideal. En el extremo opuesto, el afecto depresivo, vinculado

estructuralmente a la identificación con el objeto como opuesto al ideal, como resto,

tiende a quedar absorbido por el sentimiento de persecución, que lo exterioriza. A

diferencia del melancólico, el paranoico no se identifica con ese objeto caído, sino que

rechaza dicha identificación, huye de un otro que lo identificaría como tal, lo cual

corresponde ya al dominio de la persecución: Los momentos depresivos previos al

desencadenamiento de los fenómenos delirantes son momentos en que el sujeto se

enfrenta, sin mediación, al agujero de la forclusión, y en los que la depresión no es el

único afecto a situar. Cabría hablar en otro eje, por sólo poner un ejemplo, de

perplejidad, en el momento en que el sujeto pierde pie en su relación con el significante.

Del que al quien. La pregunta, independientemente, de su deslizamiento significante,

conlleva también una certeza: Siempre que hay dos, hay tres. La mirada, por tanto, tiene

su función. Es curioso, en este sentido, como Buñuel construye la secuencia. De unos

planos generales, del pasillo del tren y de la puerta, pasa a diversos primeros planos y, a

partir de la pregunta, a campo y contracampo de él y ella para volver después a un

picado general.

La secuencia sádica está situada en el tercer tercio del film. Lo primero que nos llama la

atención y que, en cierto modo, permite pensar una cierta correspondencia entre las dos

secuencias elegidas, es la similitud de construcción entre ambas. Efectivamente, y

aunque parte de un plano del reloj, los siguientes planos toman de nuevo un pasillo y

una puerta. En segunda instancia se trata de una secuencia sin palabras. Esto,

efectivamente, es una antítesis a la secuencia del tren. Francisco es Nosferatu. Estoy

seguro que Buñuel se sirvió del film de Murnau para construir esta secuencia. Quizás

por ello el reloj... que transforma y pone al acecho al héroe de Buñuel como lo llama

Lacan. Esta secuencia resulta enigmática porque no sabemos que llega a pasar. Un grito,

como decía el mismo Buñuel tomando las greguerías, nos alerta y nos priva de esa

imagen cruel de la que estamos advertidos cuando en primeros planos muestra como

prepara una aguja curva que enhebra, unas tijeras, una cuchilla, algodón y alcohol... De

que se trata? Sin duda de producir un desasosiego en el espectador. Se trata de no

mostrar. Y ello ya es curioso en la filmografía de Buñuel porque, a diferencia de otras

muchas películas, en ésta la agresión al voyeur institucional que es todo espectador de

cine, está eludida. Lo interesante, quizás, es que la secuencia haya sido susceptible de

múltiples interpretaciones y lecturas como esta de Lacan en la que tilda de héroe

buñueliano a Francisco. Por qué sería un héroe sádico? Una pregunta que en otro

momento y en estas mismas páginas trataremos de comentar a partir de la Filosofía en el

tocador y esa curioso partenaire moderno: Kant con Sade.

Film Escena sádica 1h12´-1hh 15´
.